Acabo de terminar de ver la segunda temporada de Euphoria y no puedo sino escribir algunas reflexiones respecto a las temáticas que, una serie que en un principio parecía ser estrictamente juvenil, terminó ofreciéndonos.
Ya he hablado en este Blog sobre la muerte y lo que significa para nuestro proceso vital en variadas oportunidades, esto es, la muerte de uno mismo. Sin embargo, me parece que Euphoria trata esta materia con especial detalle y desde otro punto de vista, pero tomando como base que el gran hecho articulador de la trama de toda la serie comienza con la muerte del padre de Rue.
Aquella muerte gatilla una serie de acontecimientos que terminan volviendo a la serie en un auténtico drama sobre el consumo de drogas y la drogadicción propiamente tal. Lógicamente, tal hecho articulador no deja de entretejer y echar raíces en otras líneas argumentales que le otorgan finalmente coherencia no solo a la historia principal de Rue, sino que a las historias de Lexi y Cassie, y la historia de Cal y Nate.
Así, una serie que gira en torno a la muerte, no solo habla de ella desde la posición de Rue al tratar de superar la muerte de su padre, sino que de cómo las personas también somos capaces de morir para el resto o ser asesinados sin en verdad estar muertos realmente.
Respecto a la historia de Cassie y Lexi, me gustaría señalar que en cierto sentido también se ve gatillada por la no muerte de su padre. Padre que, sin estar muerto, muere lentamente y desaparece de las vidas de estas dos hermanas, que piensan en él como si de un difunto se tratare, pero de una forma en algunos momentos incluso más atroz: con la extraña certidumbre de que todavía puede morir realmente, y el miedo que aquello acarrea.
Por su parte, el -despreciable- de Nate mata a su padre sin matarlo, tal como lo haría Jean Valjean cuando perdona la vida de Javert en Los Miserábles, o en cuanta otra historia que utiliza este tipo de muerte para dar a entender que, incluso, hay destinos en este tipo de historias peores que la propia muerte.
Así, me parece que no es en vano que Nate, al momento de enfrentar a su padre y contarle después de años la verdad respecto al trauma que le ha atormentado desde niño, haya mostrado el arma que llevaba consigo para luego sacar un pequeño pendrive que contenía todo aquello que, durante el mismo periodo de tiempo, pensaba tenía que proteger para protegerse así mismo.
Aquí, al perdonarle efectivamente la vida a su padre Nate por el contrario le acabó por matar. Cal en ese momento podría haberse suicidado y aquello no hubiera hecho ningún tipo de diferencia: ya estaba muerto para el resto, y seguramente para sí mismo también.
Y es que no había otra mejor forma de terminar aquella línea argumentativa. La historia de Cal trata justamente ese abismo que significa mantener dos vidas, cuestión imposible técnicamente porque implicaría considerar la posibilidad de morir dos veces. Pero lo que no es imposible, y es lo que termina ocurriendo, es que pueda vivirse una de esas muertes sin realmente terminar muriendo.
Una mención especial se la lleva la no muerte de Fezco. Muchos, incluyéndome, veíamos la serie con el sano terror o expectativa de presenciar el final de Fezco, una persona cuyo proceso vital también se ve influenciado por otra no muerte: la de su abuela.
Una muerte, por lo general, conlleva lo que las personas denominamos sucesión. Nate habla de suceder el negocio de su padre, tal como Fezco sucede mecánicamente el negocio de su abuela: es así de simple. Sin embargo, las muertes que no son realmente muertes también acarrean la sucesión, no necesariamente de negocios como ocurre en el caso de Fezco, sino que también de traumas, sentimientos, ira, amor, insaciable venganza, odio, un pesado manojo de grilletes o incluso la nada misma.
Lamentablemente, Euphoria deja de manifiesto que muchas veces la sucesión, cuando se mezcla con el mundo de las drogas, termina por encarcelar a quien sucede. Fezco, aunque era libre y hablaba de poder vivir tranquilo en el campo y tener hijos en un futuro, sabía en el fondo que estaba atado de manos. Su historia termina con esa efectiva sucesión, quizás en el peor momento posible, porque había alcanzado a sacar las manos, de entre los barrotes de su maldición, para alcanzar las de Lexi.
Normalmente en este tipo de reflexiones no me gusta hablar de víctimas o victimarios. Hace poco comentaba la serie con un amigue y este me dijo algo que podríamos acordar no podemos negar: cuesta -o es aveces imposible- juzgar a alguien drogadicto o que se encuentra en el mundo de las drogas, porque son víctimas de su propia muerte, de su propio proceso vital, de su propia condición o adicción.
Son historias que, al menos en mi entorno, no pocas veces tenemos la oportunidad de contar. Por ejemplo, una parte de mi casa, ubicada por cierto en Cerro Navia, la arrendamos para generar los ingresos que ayudan a pagar los gastos familiares, comida, agua, luz, etc. Sin embargo, ya han sido dos ocasiones en las que nuestros arrendatarios terminan, luego de algunos meses, mostrando que son drogadictos.
Cuesta imaginar, o mejor dicho uno trata de ignorar, el hecho de que ellos no solo viven para, bueno…, pagarnos el arriendo y vivir como nosotros, sino que sabemos fehacientemente, por cuestiones que también podemos presenciar en Euphoria, que viven también -mucho más- por y para su adicción.
¿Somos víctimas o victimarios de la drogadicción? Esta se encuentra tan enraizada en nuestra sociedad, que, sin notarlo o queriendo ignorarlo, somos parte de un sin número de cadenas y conexiones casi inevitables. ¿Aquella persona que no le arrendó a mis arrendatarios quizás en Providencia o en Santiago Centro, tiene la culpa de que, por ahora vivir en Cerro Navia, tengan mayor acceso a dealers y una variedad casi inexpugnable de drogas? ¿Tenemos la culpa de tener que arrendar parte de nuestra vivienda para poder pagar las cuentas a final de mes?. Por eso no me gusta hablar de víctimas y victimarios cuando se trata de culpa.
Sin embargo, la culpa en Euphoria también es tratada de una manera muy peculiar. Esta culpa que recorre cada vértebra de la historia principal de Rue se manifiesta no solo en ella, sino que en todas las otras historias entretejidas por la trama. ¿La culpa puede ocasionar la muerte de uno mismo? Sí. La culpa, el odio a uno mismo, puede terminar por hacer que nuestro proceso vital ya no gire en torno a la muerte misma, sino que a la idea de la muerte como castigo, y aquello es una puerta de entrada a otro sinnúmero de no muertes posibles.
Cal, hacia el final de la serie, seguramente tenía conciencia de que estaba matando o terminando de matar parte de su propia vida, o mejor dicho, sabía que una de sus vidas tenía que llegar a su fin. Sin embargo, a su vez sabía que su otra vida iba a enfrentar la culpa que aquella muerte acarrearía, porque era una no muerte cuya expresión se iba a materializar en la sucesión de esa culpa.
En aquel sentido, podemos leer Euphoria desde la culpa y como esta puede acarrear la muerte. Culpa por tomar ciertas decisiones, por elegir suceder o por no poder dejar de suceder la muerte de otros, de uno mismo: morir sin estar muerto.