Buen Trabajo

Reseña de la película “Whiplash

Las formalidades en este tipo de textos no se me dan con facilidad, ni mucho menos los análisis técnicos sobre obras cinematográficas más allá de aquella grata impresión y distinción, ese sabor de boca que nuestro instinto utiliza para suplir la incapacidad para objetivar aquellos sentires inefables cuando disfrutamos de la perfección, el talento o la inteligencia de un mensaje que muchas veces se presta para distintas interpretaciones.

Seguramente Whiplash disfruta el grado honorífico de poseer entre sus escenas más de alguna de esas características que a ciegas acabo de mencionar. Por esto y mucho más decido primero, reconociendo terriblemente apenado mi completa ignorancia sobre este tipo de temas, comentar que el actor J. K Simmons interpretó notablemente al tremendo personaje del director Fletcher. Enorme estilo para transmitir sabiduría, perfeccionismo, convencimiento, extremo enfoque y ser al mismo tiempo uno de los motores de la evolución de la trama.

No quiero que con todo lo anterior el lector piense que este ensayo va a ser uno de esos típicos en los que no se hace más que extremar un solo tipo de comentarios. No. La verdad de mi verdad es que fue una tortura ver esta película. Y prefiero aclararlo lo antes posible para que observen a través de mis ojos las reflexiones que haré a continuación.

Unas dolorosas dos clases en las que tuve que detenidamente darle vueltas a asuntos tremendamente incómodos, casi dos horas en las que tuve que devanarme los sesos tratando de controlar mis pensamientos para no terminar lastimándome. Lamentable es que tenga que expresar todo esto a través del papel, quizás con la simple intención de encaminar de manera más racional el desarrollo de una ejecución pública.

Whiplash por tanto como se imaginan no me ha dejado más que cuestionamientos y conflictos morales. El problema radica luego de la introducción a la historia, aquella que comienza con un Andrew deseoso de avanzar en su carrera de baterista de jazz y pone todas sus esperanzas en el director Fletcher que trabaja en el mejor conservatorio de música de EE.UU.

Me van a perdonar pero, ¿Quién no sería capaz de imaginar un futuro al menos brillante si disfruta de aquellas primeras impresiones o condiciones? Andrew peca en lo que todos pecamos, ser humano. Claro, humano en un mundo como este (aquí podrían reír si tienen algo de piedad o dejar de leer si ya se les acabó la paciencia).

Pues bien, no todo puede ser perfecto: el entorno de Andrew debe desfigurarse si desea avanzar al tempo perfecto que Fletcher marca. Para eso, se concentra en seguir a sus más grandes ídolos, en trabajar duro con la batería, dirigir su amor única y exclusivamente al éxito y no conocer nunca las palabras “Buen Trabajo”. Andrew sufrió la guía estricta de Fletcher, se consumió en un camino sin retorno, en el que se debía poseer una fuerza de voluntad notable para no descarrilar y perder ese anhelado objetivo.

Yo veía estas escenas una tras otra, y una tras otra mi instinto me pegaba martillazos, mi subconsciente me taladraba el cráneo mismo. ¿Qué hacía ahí viendo esa película cuando podría estar perfeccionando mis capacidades para ser el mejor? ¿Cómo era capaz de abandonar tan tremenda aventura, a mis ídolos del piano, al arte que más admiro y respeto? ¿Tan mediocre es la gente que con la mano se pueden contar a aquellas personas que son capaces de sacrificarlo todo con todo en contra para alcanzar sus objetivos? ¿Tan mediocre soy para no tener entre mis ojos un objetivo claro y deslumbrante? Preguntas revolvedoras de sesos.

La mediocridad estaba en todas partes con una cara ridícula para hacerme sufrir. Ahí, allá, donde quiera que veía estaba, en mí, en un puñado de personas, profesionales, etc. que abandonaban sus sueños, que se rendían al mundo, que se resignaban a las capacidades físicas individuales, a las capacidades intelectuales, siervos de la mediocridad, del raciocinio contemporáneo del “Buen trabajo”.

¿Dónde había quedado mi sentido de la trascendencia? ¿Qué acaso no soy lo suficientemente humano como para no poder tener entre mis oportunidades alguna que me sea fiel y grata? Oh, y en la batería había un piano que nunca iba a conocerme verdaderamente. Y en mi familia habían unos padres que con los mismos ojos del mundo veían en el arte su propio fracaso y en el buen trabajo la abundancia y la volátil felicidad.

Ahí donde yo apuntaba solo veían el desprestigio, la incapacidad, la mala suerte mientras mis pies me llevaban hacia el éxito gratuito, el ensayo y error, la costumbre, la tradición, la salida del mundo mesiánico. Quizás solo sea una falta de comunicación, de empatía o entendimiento.

Quizás solo sea cuestión de tiempo, unas cuantas décadas para que mi instinto aflore como un lobo desenjaulado y atrape mi autenticidad. Quizás solo signifique que sea solo un muy mal vino que luego podría ser un excelente vinagre.

Después de todo esto ¿Qué tipo de libro de auto-ayuda necesito? Quizás una ojeada a la sección correspondiente en la biblioteca me ayude ¿no? Aún así no creo que esa haya sido la verdad de la verdad de mi verdad.

Y entonces si en verdad no me molestaba esa perfección y esa capacidad volitiva porque de todas formas conocía mis limitaciones y mis “objetivos” ¿Qué fue lo que me desagradó tanto de la película? ¿Valía la pena el esfuerzo? ¿Valía la pena la sangre? ¿Valían la pena las desilusiones, los gritos, las lágrimas?.

Valía la pena aguantar hasta el final, hasta ese solo de batería simulando el del gran Budy Rich. Valía la pena tragarse una venganza. Valía la pena demostrar que yo tenía razón, que si me la podía, que aproveché el momento en el que decidí dar ese paso adrenalínico hacia el éxito y la perfección.

Valía la pena la soledad, las penurias, la depresión, para entregarle al mundo aquello que tanta falta le hace: un Arrau, un Gandhi, un Liszt, un Beethoven, un Buddy Rich, un Allende, un Marx, un Matsuev, un Bach. Valía la pena demostrar que los prodigios no existen, que solo el esfuerzo, que la gota gorda cayendo por la frente justifican un estilo de vida que desborda novedad, talento, magia y sentires inefables.

Pero entonces ¿Qué sentido tuvieron esos mensajes? ¿Qué sentido tienen mis preguntas? Perdónenme por no poder contestarles, pero solo soy yo haciendo un buen trabajo.